ME DECLARO CULPABLE
Llego después de un tiempo. Largo tiempo. Me he dado cuenta que tiempo es la palabra que más he usado en todo este, para variar, tiempo. Y según los conocedores de la vida, como suelen decir los filósofos de esquina, el tiempo lo cura todo. Pero el tiempo suele ser inexorable.
Azotes.
Dejemos al tiempo tranquilo y que haga su trabajo. Sólo le pido al que maneja el reloj del bendito-maldito tiempo que hable con el encargado de las circunstancias para que haga que me saquen un rato el corazón para no sentirlo y que sacuda mi cerebro para no recordar.
El tiempo a un lado.
Escribamos de alcanzar lo que quieres. De conservarlo. De tenerlo por siempre.
Nadie dijo que todo era fácil. Nunca lo pensé. Solía suponer que con empeño, con entusiasmo, con esas simples ganas que emanan de mí cada vez que hago un análisis de mi vida, ilusamente creí que iba a ser más fácil. Tonto.Con todas esas cosas se avanza. Sï, pero hace falta de más detalles.
Detalles, palabra importante.
Muy importante. No sólo en el trabajo, sino en el amor, en el cariño, en la sencilla vida. Un chocolate. Un beso de moza. Una manzana acaramelada. No es suficiente. Un te quiero, un te extraño, un te adoro, un te amo. Valen un millón de chocolates, ocho docenas de billones de besos de moza y cuarenta trillones de manzanas acarameladas.
Hay que hacerlo. No echemos culpas a otros. Ni la familia, ni los amigos, ni un balazo en la pierna, ni la sociedad. Yo, al menos, un simple analista de mi propia vida, especializado en teorías humanistas de mi yo, yo mismito: Me declaro culpable.
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