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agendadeunlocorazonable

A MI PADRE (por su día y su cumpleaños) un poquito atrasadito pero...ahitá!

Este es un texto de un cuentillo que hice algún tiempo.
No es de los mejores pero tiene el perfecto saludo que quiero brindar a mi viejo...
Papá espero la hayas pasado bien comiendo el chicharrón que tanto te gusta...

SOLDADO

Hace muchos años conocí a un soldado. De esos valerosos que luchan por sus ideales y que logran objetivos. Pero que sobre todo pelean por lo que aman y creen.
A este hombre lo creí, en un tiempo, un ser superior. Su fortaleza, que aún conserva, me hizo admirarlo. Su valentía me hacía sentir orgulloso de conocerlo, de tenerlo casi siempre a mi lado. Casi siempre, porque las guerras a las que asistía eran a veces interminables. Días, años. Y cuando retornaba, el cansancio lo sometía y perdía ante un imbatible Morfeo.
Cuando conversaba de sus éxitos -cosa de la cual gocé muy poco ya que en una de esas batallas perdió el habla- me convertía mentalmente en un prospecto a soldado que soñaba con ser como él, con sus agallas y virtudes.
Sin duda un soldado muy inteligente. Que sabía de todo un poco. Y de mucho, todo. Que me enseñó a reconocer el valor de conseguir las cosas. De pelear hasta el final.
Cierto día me dijo que quería que yo creciera y que me convierta en algo más que él. Me convirtió en su proyecto de Soldado. Deseaba que sea reconocido por todos. Que intentara salir del anonimato, esos anonimatos que a muchos soldados les toca vivir. Ese anonimato que los carcome y los hace nada. Pero sólo en sus mentes.
Este Soldado, a quien admiro y lo haré por siempre, me sorprendía cada día. Cierta tarde llegó herido. Un balazo en el ojo lo dejó sin su visión. Sin embargo, eso no lo hizo desistir de seguir con su hobie preferido: llenar crucigramas. Siempre alcanzaba sus metas, si era necesario exponía su vida. Así lo hacía.
Cuando crecí, las largas tertulias con este Soldado me hicieron conocer al ser humano que tenía dentro y que pese a la dureza que demostraba, también tenía un corazón, órgano que alguna vez le jugó una mala pasada.
“Lo único que quiero es que seas más que yo. Yo no he tenido estudios superiores. No tuve lo que yo te puedo brindar. Ojalá y seas lo que yo no fui...”, me dijo en una reunión a solas con él. Lo escuché atento y creo que no le estoy defraudando. Por ello escribo. Porque me dediqué a esto, a contar cosas, a decir escribiendo lo que no podría decir con la boca. Y sigo luchando para lograr con el objetivo: ser el orgullo de mi más grande y preciado compañero, el Soldado que un día mi madre me lo presentó como mi padre.
Mi querido Soldado me sigue conversando sin palabras y me sigue mirando tiernamente casi sin ver. Continúa alentándome como cuando me convertía en el mejor jinete de su pierna derecha. Y conserva la fe que me tiene, esa fe que intento no defraudar.
Saben, yo también quiero ser un Soldado. No el mejor. Sólo como él.

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